lunes, 16 de mayo de 2011

MAROSA DI GIORGIO

No se cuando empezó el jardín de dragones; tal vez,idea de un

antepasado remoto, que se fue transmitiendo. Hasta que mamá lo

llevó a cabo.

No eran muchos, sino mas bien pocos. Con un ala en la frente,

y otra en la cola, agallas, y en el pecho transparente el corazón

como una turquesa, alcohol ardiendo.

Su silbido helaba la sangre. Iban a las ramas y los alféizares.

Venían vecinas a pedir huevos de dragón.

Venían vecinas a pedir hijitos de dragón.

No recuerdo bien si ponían huevos o acunaban sus crías en el

vientre.

Sé con más exactitud lo que ellos provocaron con sólo su

presencia : una luna perpetua y negra. Y varias filas de claveles

aterradores.

Mi madre ,los alimentaba, echándoles huevas, platos de moscas,

y criáturas recien nacidas, de la familia, de los criados, cuando no

se tenía mucho interés en que creciesen.

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